Gregorio Céspedes y
Calvento
Hijo de José Mariano Céspedes
y Florenciana Dolores Calvento, Gregorio María Diocleciano Céspedes será la primera
vocación sacerdotal documentada de Concepción del Uruguay. Nacido el 17 de
noviembre de 1828, comenzará sus estudios de religión en el Colegio Nacional
del Uruguay, para seguir luego los estudios eclesiásticos.
Poco se sabe de su
actividad pastoral, pero durante su curato se dan dos hechos importantes, la
declaración del templo parroquial como filial de la basílica romana de San Juan
Letrán el 23 de noviembre de 1851 y la iniciativa para la construcción del
actual templo de la Inmaculada Concepción.
El padre Céspedes cubrirá
la vacante de Cotelo, siendo designado en setiembre de 1851, y confirmado en el
cargo, por la autoridad eclesiástica el 31 de mayo de 1853. Merece recordar que
todo su curato lo ejerció en la capilla que se había levantado en el ala sur
del nuevo Colegio del Uruguay, luego del incendió que en 1848 destruyó gran
parte del edificio parroquial.
Ante la ausencia de
capellán, el joven sacerdote, además de administración parroquial, socorrerá
espiritualmente a los alumnos del mencionado colegio, motivo por el cual planteara
a la jerarquía paranaense, su queja por el abundante trabajo, tal como se
manifiesta en un informe de febrero de 1854 “en el
tiempo de pascua y muchas veces entre año el ímprobo trabajo de confesar a más
de ciento cincuenta de sus alumnos”. Así, como supo plantear esta situación
ante sus superiores, tampoco dudo en celebrar una misa al Espíritu Santo en la
plaza, en ocasión de la jura de la nueva constitución, sabiendo que el Delegado
Eclesiástico, no veía con buenos ojos la libertad de cultos por la ley suprema
proclamada. Estos actos demuestran el carácter que el joven sacerdote supo
tener.
En 1854, no dudo en
solicitar al presidente Urquiza, su intervención para la construcción de un
nuevo templo parroquial, solicitud a la que el entrerriano respondió con su
beneplácito. Vale recordar que Gregorio Céspedes tenía un parentesco político con
Urquiza, ya que era sobrino de María Segunda Calvento González, segunda mujer
del general.
El accionar de este
sacerdote se verá truncada el 14 de enero de 1856, al morir ahogado en el
Puerto de las Piedras. Tenía 27 años de edad. Sus restos serán
sepultados en el viejo cementerio, siendo años más tarde trasladados al nuevo
templo de la Inmaculada Concepción, donde Rafaela Calvento dedicó un altar bajo
la advocación de la Virgen del Rosario, hoy desaparecido.
Olegario Víctor Andrade
le dedicará una poesía, que en una de sus estrofas dice…“!ha muerto¡ cuando apenas su frente levantaba/mecido por los sueños
de paz y de virtud;/!ha muerto¡ y a ese pueblo que tanto le adoraba/le ofrece
un bello ejemplo su tierna juventud.”