miércoles, 15 de junio de 2011

Restauración Espiritual


Como Párroco de la Inmaculada Concepción quisiera decirles que también estamos abocados en la misión de una “restauración espiritual de nuestra comunidad eclesial”. A templo nuevo corresponde una Iglesia nueva, una Comunidad eclesial nueva. La puesta en valor no es sólo material, tendría que ser además y sobre todo una oportunidad para renovarnos en el espíritu y en la vivencia de la Buena Noticia de Salvación.

 “El Templo”, la Basílica para nosotros, no sólo es “Casa de Dios” porque allí rezamos y nos encontramos con nuestro Padre Dios, por Jesucristo su Hijo y nuestro Hermano, en el Espíritu Santo: ya que desde el bautismo somos cada uno morada de Dios, templo y sagrario de la Santísima Trinidad. Sino que también el Templo es “Casa de Dios”, porque allí nos reunimos como Asamblea, como Comunidad, como Familia de los hijos de Dios. Así lo podemos rezar con la Palabra de Dios según San Pedro en su carta cuando dice: “Uds. a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios agradables a Dios por Jesucristo” ( 1 Pedro 2,5).

            Restauración que nos puede ayudar por eso mismo, a tomar conciencia de que el templo es “Casa de todos”: asumiendo el compromiso de nuestra Asamblea diocesana de que “Seamos uno para que el mundo crea” o el objetivo general asumido como desafío de “crecer en la espiritualidad de comunión” y “renovarnos en el espíritu misionero”.

            Ojalá que el poner en valor lo arquitectónico, lo edilicio y lo material también vayamos renovándonos interior y espiritualmente. Que esta nueva restauración traiga de la mano la belleza y la santidad, siendo una verdadera renovación en el espíritu, según el designio de Dios. 

Por eso, quiero compartir con todos quiénes visiten este sitio web, una oración conservada como recuerdo de las Fiestas Patronales de nuestra Comunidad en el  año 1911, regalo de Mons. Abel Bazán y Bustos, quién fuere Obispo de Paraná; sede episcopal de la cual dependiera nuestra Iglesia Parroquial  en aquellos años.
       
¡Oh Virgen Inmaculada María: excelsa Patrona nuestra! Oye benigna la plegaria de este pueblo, que adoptasteis desde su cuna. Tú jamás lo has abandonado, ni lo abandonarás! Ilumina nuestra alma para que nuestras creencias no se extingan y la antorcha de la fe ahuyente las tinieblas de la incredulidad. 
Oh ideal de pureza y perfección! vive en nuestras conciencias para que podamos imitar tus virtudes y avanzar siempre en la senda del bien. 
Custodia la inocencia de nuestros niños y doncellas, la santidad del matrimonio, la tranquilidad del hogar, la veracidad de la ciencia, nuestra paz y progresivo bienestar. 
Sednos, celestial sonrisa de inmortales esperanzas, consuelo y alivio de nuestras desgracias; enjuga nuestras lágrimas, defiéndenos, sálvanos. 
Oh! María Inmaculada! Si nuestros corazones no son blancos como lirios, son siempre corazones de hijos y el hijo quienes tiene siempre ciertos derechos sobre corazón de la madre. Asístenos, pues, ayúdanos, sálvanos! Sí; pero imploramos! No se desmienta jamás el nombre que, en prenda de tu dominio pusieron este pueblo nuestros antepasados. Se siempre la salvación y la gloria de este tu pueblo de la Concepción! Tu honorificentia populi nostri. Amén

Abel Bazan y Bustos, Obispo de Paraná 2 de diciembre de 1911, Paraná


                                                                                                       Pbro. Jorge Almeida
                                                                                                                Párroco de la Basílica de la Inmaculada Concepción
                                                                                                                                   Filial de San Juan de Letrán